O pão do céu.
50. No dia
seguinte, o povo, que permanecera do outro lado do mar, notou que lá não
chegara outra barca e que Jesus não entrara na que seus discípulos tomaram, que
os discípulos haviam partido sós — e como tinham chegado depois outras barcas de
Tiberíades, perto do lugar onde o Senhor, após render graças, os alimentara com
cinco pães; — e como verificassem por fim que Jesus não estava lá, tampouco
seus discípulos, entraram naquelas barcas e foram para Cafarnaum, em busca de
Jesus. — E, tendo-o encontrado além do mar, disseram-lhe: Mestre, quando vieste
para cá? — Jesus lhes respondeu: Em verdade, em verdade vos digo que me
procurais, não por causa dos milagres que vistes, mas porque eu vos dei pão a
comer e ficastes saciados. — Trabalhai por ter, não o alimento que perece, mas
o que dura para a vida eterna e que o Filho do Homem vos dará, porque foi nele
que Deus, o Pai, imprimiu seu selo e seu caráter. — Perguntaram-lhe eles: Que
devemos fazer para produzir obras de Deus? — Respondeu-lhes Jesus: A obra de
Deus é que creiais no que ele enviou. — Perguntaram-lhe então: Que milagre
operarás que nos faça crer, vendo-o? Que farás de extraordinário? — Nossos pais
comeram o maná no deserto, conforme está escrito: Ele lhes deu de comer o pão
do céu. — Jesus lhes respondeu: Em verdade, em verdade vos digo que Moisés não
vos deu o pão do céu; meu Pai é quem dá o verdadeiro pão do céu — porquanto o
pão de Deus é aquele que desceu do céu e que dá vida ao mundo. — Disseram eles
então: Senhor, dá-nos sempre desse pão. — Jesus lhes respondeu: Eu sou o pão da
vida; aquele que vem a mim não terá fome e aquele que em mim crê não terá sede.
— Mas, eu já vos disse: vós me tendes visto e não credes. — Em verdade, em
verdade vos digo: aquele que crê em mim tem a vida eterna. — Eu sou o pão da
vida. — Vossos pais comeram o maná do deserto e morreram. — Aqui está o pão que
desceu do céu, a fim de que quem dele comer não morra. (S. João, 6:22–36 e
47–50.)
51. Na primeira
passagem, lembrando o fato precedentemente operado, Jesus dá claramente a
entender que não se tratara de pães materiais, pois, a não ser assim, careceria
de objeto a comparação por ele estabelecida com o fermento dos fariseus: “Ainda
não compreendeis, diz ele, e não vos recordais de que cinco pães bastaram para
cinco mil pessoas e que dois pães foram bastantes para quatro mil? Como não
compreendestes que não era de pão que eu vos falava, quando vos dizia que vos
preservásseis do fermento dos fariseus?” Esse confronto nenhuma razão de ser
teria, na hipótese de uma multiplicação material. O fato fora de si mesmo muito
extraordinário para ter impressionado fortemente a imaginação dos discípulos,
que, entretanto, pareciam não mais lembrar-se dele.
É também o que
não menos claramente ressalta, do que Jesus expendeu sobre o pão do céu,
empenhado em fazer que seus ouvintes compreendessem o verdadeiro sentido do
alimento espiritual. “Trabalhai, diz ele, não por conseguir o alimento que
perece, mas pelo que se conserva para a vida eterna e que o Filho do Homem vos dará.”
Esse alimento é a sua palavra, pão que desceu do céu e dá vida ao mundo. “Eu
sou, declara ele, o pão da vida; aquele que vem a mim não terá fome e aquele que
em mim crê nunca terá sede.”
Tais distinções,
porém, eram por demais sutis para aquelas naturezas rudes, que somente
compreendiam as coisas tangíveis. Para eles, o maná, que alimentara o corpo de
seus antepassados, era o verdadeiro pão do céu; aí é que estava o milagre. Se,
portanto, houvesse ocorrido materialmente o fato da multiplicação dos pães,
como teria ele impressionado tão fracamente aqueles mesmos homens, a cujo
benefício essa multiplicação se operara poucos dias antes, ao ponto de
perguntarem a Jesus: “Que milagre farás para que, vendo-o, te creiamos? Que
farás de extraordinário?” Eles entendiam por milagres os prodígios que os
fariseus pediam, isto é, sinais que aparecessem no céu por ordem de Jesus, como
pela varinha de um mágico. Ora, o que Jesus fazia era extremamente simples e
não se afastava das leis da natureza; as próprias curas não revelavam caráter
muito singular, nem muito extraordinário. Para eles, os milagres espirituais
não apresentavam grande vulto.
A Gênese – Allan
Kardec.
EL PAN DEL CIELO
50. “Al día
siguiente, el pueblo, que había permanecido al otro lado del mar, notó que allí
no había más que una barca, y que Jesús no había entrado en la que tomaron sus
discípulos, sino que estos habían partido solos. Y como habían llegado después
otras barcas desde Tiberíades, cerca del lugar donde el Señor, después de la
acción de gracias, los había alimentado con cinco panes; y como vieron que
Jesús no estaba allí, ni tampoco sus discípulos, entraron en aquellas barcas y
fueron hacia Cafarnaúm, en busca de Jesús. Y habiéndolo encontrado al otro lado
del mar, le dijeron: ‘Maestro, ¿cuándo has llegado aquí?’
”Jesús les
respondió: ‘En verdad, en verdad os digo: vosotros me buscáis, no por causa de
los milagros que visteis, sino porque yo os di de comer pan y quedasteis
saciados. Trabajad para que tengáis, no el alimento que perece, sino el que
dura para la vida eterna, y que el Hijo del hombre os dará, porque es a este a
quien Dios, el Padre, marcó con su sello y su carácter’.
”Le preguntaron
ellos: ‘¿Qué debemos hacer para producir obras de Dios?’ Jesús les respondió:
‘La obra de Dios es que creáis en aquel que Él ha enviado’.
”Le preguntaron
entonces: ‘¿Qué milagro producirás para que, al verlo, creamos en ti? ¿Qué
harás de extraordinario? Nuestros padres comieron el maná en el desierto,
conforme está escrito: Les dio de comer el pan del cielo’.
”Jesús les respondió:
‘En verdad, en verdad os digo: que Moisés no os dio el pan del cielo; mi Padre
es quien da el verdadero pan del cielo; porque el pan de Dios es aquel que
descendió del cielo y da vida al mundo’.
”Dijeron ellos
entonces: ‘Señor, danos siempre de ese pan’.
”Jesús les
respondió: ‘Yo soy el pan de la vida; aquel que viene a mí no tendrá hambre y
aquel que en mí cree no tendrá sed’. Pero ya os lo he dicho: vosotros me habéis
visto y no creéis’.
”En verdad, en
verdad os digo: aquel que cree en mí tiene la vida eterna. Yo soy el pan de la
vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron. Aquí está el
pan que descendió del cielo, a fin de que quien coma de él no muera.” (San
Juan, 6:22 a 36; 47 a 50.)
51. En el primer
pasaje, al recordar Jesús el hecho producido anteriormente, da a entender con
claridad que no se trataba de panes materiales; de lo contrario, no tendría
sentido la comparación que Él establece con la levadura de los fariseos:
“¿Todavía no comprendéis –dice Él–, y no recordáis que cinco panes alcanzaron
para cinco mil hombres, y que siete panes fueron suficientes para cuatro mil?
¿Cómo no comprendisteis que no era de pan que yo os hablaba, cuando os decía
que os preservaseis de la levadura de los fariseos?” En la hipótesis de una
multiplicación material, esta comparación no tendría ninguna razón de ser. El
hecho habría sido muy extraordinario en sí mismo y, como tal, debería haber
impresionado la imaginación de los discípulos que, sin embargo, parecían ya no
acordarse de él.
Es lo que
también resalta con la misma claridad del discurso que Jesús pronunció acerca
del pan del cielo, empeñado en hacer que sus oyentes comprendiesen el verdadero
sentido del alimento espiritual. “Trabajad –dijo Él–, no para conseguir el
alimento que perece, sino por el que se conserva para la vida eterna, el que el
Hijo del hombre os dará”. Ese alimento es su palabra, el pan que descendió del
cielo para dar vida al mundo. “Yo soy –dijo Él– el pan de vida; aquel que viene
a mí no tendrá hambre, y aquel que cree en mí jamás tendrá sed”.
Con todo, esas
distinciones eran demasiado sutiles para aquellas naturalezas rudas, que sólo
comprendían las cosas tangibles. Para ellos, el maná que había alimentado el
cuerpo de sus antepasados era el verdadero pan del cielo; allí residía el
milagro. Si, por lo tanto, el hecho de la multiplicación de los panes hubiese
ocurrido materialmente, ¿por qué habría impresionado tan poco a aquellos mismos
hombres, en cuyo provecho se había realizado pocos días antes esa
multiplicación, a tal punto que le preguntaran a Jesús: “Qué milagro harás,
para que al verlo te creamos? ¿Qué harás de extraordinario?” Sucede que ellos
entendían por milagros los prodigios que los fariseos pedían, es decir, señales
que apareciesen en el cielo por orden de Jesús, como por la varita de un mago.
Ahora bien, lo que Jesús hacía era muy simple y no se apartaba de las leyes
naturales. Las curaciones mismas no tenían un carácter anormal ni demasiado
extraordinario. Para ellos los milagros espirituales no representaban un hecho
especial.
EL GENESIS –
Allan Kardec.
La ĉiela pano
50. – La
sekvantan tagon, kiam la homamaso, kiu restis trans la maro, vidis, ke nenia ŝipeto
estas tie krom unu, kaj ke Jesuo ne eniris kun la disĉiploj en la ŝipon, sed la
disĉiploj solaj veturis – (venis tamen ŝipetoj el Tiberias proksime al la loko,
kie oni manĝis la panon, post kiam la Sinjoro donis dankon) – kiam do la
homamaso vidis, ke Jesuo ne estas tie, nek liaj disĉiploj, ili ankaŭ eniris la ŝipetojn
kaj veturis al Kapernaum, serĉante Jesuon. – Kaj trovinte lin trans la maro,
ili diris al li: Rabeno, kiam vi venis ĉi tien?
Jesuo respondis
al ili kaj diris: Vere, vere, mi diras al vi: Vi min serĉas, ne ĉar vi vidis signojn,
sed ĉar vi manĝis el la panoj kaj satiĝis. Laboru ne por la pereema nutraĵo,
sed por la nutraĵo, kiu restas gis eterna vivo, kiun la Filo de homo donos al
vi; ĉar lin Dio, la Patro, sigelis.
Ili do diris al
li: Kiel ni agu, por ke ni faru la farojn de Dio? – Jesuo respondis kaj diris
al ili: Jen la faro de Dio: kredi al tiu, kiun Li sendis.
Ili do diris al
li: Kian signon vi montras, por ke ni vidu kaj kredu al vi? kion vi faras? –
Niaj patroj manĝis la manaon en la dezerto, kiel estas skribite: Li donis al
ili ĉielan panon por manĝi.
Jesuo do diris
al ili: Vere, vere, mi diras al vi: Ne Moseo donis al vi tiun ĉielan panon; sed
mia Patro donas al vi la veran ĉielan panon. – ĉar la pano de Dio estas tiu,
kiu malsupreniras de la ĉielo kaj donas vivon al la mondo.
Ili do diris al
li: Sinjoro, ĉiam donu al ni tiun panon.
Jesuo diris al
ili: Mi estas la pano de vivo; kiu venas al mi, tiu neniam malsatos, kaj kiu
kredas al mi, tiu neniam soifos. – Sed mi diris al vi, ke vi min vidis, kaj
tamen vi ne kredas.
Vere, vere, mi
diras al vi: Kiu kredas, tiu havas vivon eternan. – Mi estas la pano de vivo. –
Viaj patroj manĝis la manaon en la dezerto, kaj mortis. – Jen la pano, kiu
malsupreniris de la ĉielo, por ke oni manĝu el ĝi kaj ne mortu. (Sankta Johano,
ĉap. VI, par. 22 ĝis 36 kaj 47 ĝis 50.)
51. – En la unua
loko, Jesuo, memorigante la antaŭe okazintan efikon, klare komprenigas, ke tute
ne temis pri materiala pano, ĉar alie al lia komparo kun la fermentaĵo de la Fariseoj
mankus objekto: “Ĉu vi ankoraŭ ne konscias, li diras, nek memoras, ke kvin
panoj sufiĉis por kvar mil homoj, kaj ke sep panoj sufiĉis por kvar mil homoj?
Kial vi ne komprenas, ke ne pri panoj mi diris al vi: Gardu vin kontraŭ la
fermentaĵo de la Fariseoj?” Tiu komparo havus nenian pravon de ekzisto en la
okazo de ia materiala multobligo. La fakto estintus sufiĉe eksterordinara por
forte impresi la imagon de liaj disĉiploj, kiuj tamen ŝajne ne plu ĝin memoris.
Tio ne malpli
klare elfluas el la parolado de Jesuo pri la ĉiela pano, per kiu li penas komprenigi
la veran sencon de la spirita nutraĵo. “Laboru, li diras, ne por la pereema nutraĵo,
sed por la nutraĵo, kiu restas ĝis eterna vivo, kiun la Filo de homo donos al
vi”. Tiu nutraĵo estas lia parolo, pano, kiu malsupreniris de la ĉielo kaj
donas vivon al la mondo. “Mi estas, li diras, la pano de vivo; kiu venas al mi,
tiu neniam malsatos, kaj kiu kredas al mi, tiu neniam soifos”.
Sed tiaj
distingoj estis tro subtilaj por tiuj krudnaturaj homoj, kiuj nur komprenis palpeblajn
aferojn. Por ili, la manao, kiu nutris la korpojn de iliaj prauloj, estis la
vera ĉiela pano; ja tie troviĝis la miraklo. Se do la multobligo de panoj materiale
okazis, kiel tiuj homoj, por kies bono ĝi fariĝis antaŭ kelke da tagoj, tre
malforte impresiĝis de ĝi en tia grado, ke ili demandis Jesuon: “Kian signon vi
montras, por ke ni vidu kaj kredu al vi? kion vi faras?” Ili komprenis, kiel
miraklojn, la miregindaĵojn petatajn de la Fariseoj, tio estas, signoj, kiuj laŭordone
aperus en la ĉielo, same kiel per magiista vergeto. Kion Jesuo faris, tio estis
tre simpla kaj ne troviĝis ekster la leĝoj de la Naturo; eĉ la resanigoj ne
havis tre strangan, nek tre eksterordinaran karakteron. Ne tre impresaj montriĝis
al ili la spiritaj mirakloj.
La Genezo –
Allan Kardec.
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