domingo, 28 de janeiro de 2024

O pão do céu / EL PAN DEL CIELO / La ĉiela pano.

O pão do céu.

50. No dia seguinte, o povo, que permanecera do outro lado do mar, notou que lá não chegara outra barca e que Jesus não entrara na que seus discípulos tomaram, que os discípulos haviam partido sós — e como tinham chegado depois outras barcas de Tiberíades, perto do lugar onde o Senhor, após render graças, os alimentara com cinco pães; — e como verificassem por fim que Jesus não estava lá, tampouco seus discípulos, entraram naquelas barcas e foram para Cafarnaum, em busca de Jesus. — E, tendo-o encontrado além do mar, disseram-lhe: Mestre, quando vieste para cá? — Jesus lhes respondeu: Em verdade, em verdade vos digo que me procurais, não por causa dos milagres que vistes, mas porque eu vos dei pão a comer e ficastes saciados. — Trabalhai por ter, não o alimento que perece, mas o que dura para a vida eterna e que o Filho do Homem vos dará, porque foi nele que Deus, o Pai, imprimiu seu selo e seu caráter. — Perguntaram-lhe eles: Que devemos fazer para produzir obras de Deus? — Respondeu-lhes Jesus: A obra de Deus é que creiais no que ele enviou. — Perguntaram-lhe então: Que milagre operarás que nos faça crer, vendo-o? Que farás de extraordinário? — Nossos pais comeram o maná no deserto, conforme está escrito: Ele lhes deu de comer o pão do céu. — Jesus lhes respondeu: Em verdade, em verdade vos digo que Moisés não vos deu o pão do céu; meu Pai é quem dá o verdadeiro pão do céu — porquanto o pão de Deus é aquele que desceu do céu e que dá vida ao mundo. — Disseram eles então: Senhor, dá-nos sempre desse pão. — Jesus lhes respondeu: Eu sou o pão da vida; aquele que vem a mim não terá fome e aquele que em mim crê não terá sede. — Mas, eu já vos disse: vós me tendes visto e não credes. — Em verdade, em verdade vos digo: aquele que crê em mim tem a vida eterna. — Eu sou o pão da vida. — Vossos pais comeram o maná do deserto e morreram. — Aqui está o pão que desceu do céu, a fim de que quem dele comer não morra. (S. João, 6:22–36 e 47–50.)

51. Na primeira passagem, lembrando o fato precedentemente operado, Jesus dá claramente a entender que não se tratara de pães materiais, pois, a não ser assim, careceria de objeto a comparação por ele estabelecida com o fermento dos fariseus: “Ainda não compreendeis, diz ele, e não vos recordais de que cinco pães bastaram para cinco mil pessoas e que dois pães foram bastantes para quatro mil? Como não compreendestes que não era de pão que eu vos falava, quando vos dizia que vos preservásseis do fermento dos fariseus?” Esse confronto nenhuma razão de ser teria, na hipótese de uma multiplicação material. O fato fora de si mesmo muito extraordinário para ter impressionado fortemente a imaginação dos discípulos, que, entretanto, pareciam não mais lembrar-se dele.

É também o que não menos claramente ressalta, do que Jesus expendeu sobre o pão do céu, empenhado em fazer que seus ouvintes compreendessem o verdadeiro sentido do alimento espiritual. “Trabalhai, diz ele, não por conseguir o alimento que perece, mas pelo que se conserva para a vida eterna e que o Filho do Homem vos dará.” Esse alimento é a sua palavra, pão que desceu do céu e dá vida ao mundo. “Eu sou, declara ele, o pão da vida; aquele que vem a mim não terá fome e aquele que em mim crê nunca terá sede.”

Tais distinções, porém, eram por demais sutis para aquelas naturezas rudes, que somente compreendiam as coisas tangíveis. Para eles, o maná, que alimentara o corpo de seus antepassados, era o verdadeiro pão do céu; aí é que estava o milagre. Se, portanto, houvesse ocorrido materialmente o fato da multiplicação dos pães, como teria ele impressionado tão fracamente aqueles mesmos homens, a cujo benefício essa multiplicação se operara poucos dias antes, ao ponto de perguntarem a Jesus: “Que milagre farás para que, vendo-o, te creiamos? Que farás de extraordinário?” Eles entendiam por milagres os prodígios que os fariseus pediam, isto é, sinais que aparecessem no céu por ordem de Jesus, como pela varinha de um mágico. Ora, o que Jesus fazia era extremamente simples e não se afastava das leis da natureza; as próprias curas não revelavam caráter muito singular, nem muito extraordinário. Para eles, os milagres espirituais não apresentavam grande vulto.

A Gênese – Allan Kardec.

EL PAN DEL CIELO

50. “Al día siguiente, el pueblo, que había permanecido al otro lado del mar, notó que allí no había más que una barca, y que Jesús no había entrado en la que tomaron sus discípulos, sino que estos habían partido solos. Y como habían llegado después otras barcas desde Tiberíades, cerca del lugar donde el Señor, después de la acción de gracias, los había alimentado con cinco panes; y como vieron que Jesús no estaba allí, ni tampoco sus discípulos, entraron en aquellas barcas y fueron hacia Cafarnaúm, en busca de Jesús. Y habiéndolo encontrado al otro lado del mar, le dijeron: ‘Maestro, ¿cuándo has llegado aquí?’

”Jesús les respondió: ‘En verdad, en verdad os digo: vosotros me buscáis, no por causa de los milagros que visteis, sino porque yo os di de comer pan y quedasteis saciados. Trabajad para que tengáis, no el alimento que perece, sino el que dura para la vida eterna, y que el Hijo del hombre os dará, porque es a este a quien Dios, el Padre, marcó con su sello y su carácter’.

”Le preguntaron ellos: ‘¿Qué debemos hacer para producir obras de Dios?’ Jesús les respondió: ‘La obra de Dios es que creáis en aquel que Él ha enviado’.

”Le preguntaron entonces: ‘¿Qué milagro producirás para que, al verlo, creamos en ti? ¿Qué harás de extraordinario? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, conforme está escrito: Les dio de comer el pan del cielo’.

”Jesús les respondió: ‘En verdad, en verdad os digo: que Moisés no os dio el pan del cielo; mi Padre es quien da el verdadero pan del cielo; porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo’.

”Dijeron ellos entonces: ‘Señor, danos siempre de ese pan’.

”Jesús les respondió: ‘Yo soy el pan de la vida; aquel que viene a mí no tendrá hambre y aquel que en mí cree no tendrá sed’. Pero ya os lo he dicho: vosotros me habéis visto y no creéis’.

”En verdad, en verdad os digo: aquel que cree en mí tiene la vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron. Aquí está el pan que descendió del cielo, a fin de que quien coma de él no muera.” (San Juan, 6:22 a 36; 47 a 50.)

51. En el primer pasaje, al recordar Jesús el hecho producido anteriormente, da a entender con claridad que no se trataba de panes materiales; de lo contrario, no tendría sentido la comparación que Él establece con la levadura de los fariseos: “¿Todavía no comprendéis –dice Él–, y no recordáis que cinco panes alcanzaron para cinco mil hombres, y que siete panes fueron suficientes para cuatro mil? ¿Cómo no comprendisteis que no era de pan que yo os hablaba, cuando os decía que os preservaseis de la levadura de los fariseos?” En la hipótesis de una multiplicación material, esta comparación no tendría ninguna razón de ser. El hecho habría sido muy extraordinario en sí mismo y, como tal, debería haber impresionado la imaginación de los discípulos que, sin embargo, parecían ya no acordarse de él.

Es lo que también resalta con la misma claridad del discurso que Jesús pronunció acerca del pan del cielo, empeñado en hacer que sus oyentes comprendiesen el verdadero sentido del alimento espiritual. “Trabajad –dijo Él–, no para conseguir el alimento que perece, sino por el que se conserva para la vida eterna, el que el Hijo del hombre os dará”. Ese alimento es su palabra, el pan que descendió del cielo para dar vida al mundo. “Yo soy –dijo Él– el pan de vida; aquel que viene a mí no tendrá hambre, y aquel que cree en mí jamás tendrá sed”.

Con todo, esas distinciones eran demasiado sutiles para aquellas naturalezas rudas, que sólo comprendían las cosas tangibles. Para ellos, el maná que había alimentado el cuerpo de sus antepasados era el verdadero pan del cielo; allí residía el milagro. Si, por lo tanto, el hecho de la multiplicación de los panes hubiese ocurrido materialmente, ¿por qué habría impresionado tan poco a aquellos mismos hombres, en cuyo provecho se había realizado pocos días antes esa multiplicación, a tal punto que le preguntaran a Jesús: “Qué milagro harás, para que al verlo te creamos? ¿Qué harás de extraordinario?” Sucede que ellos entendían por milagros los prodigios que los fariseos pedían, es decir, señales que apareciesen en el cielo por orden de Jesús, como por la varita de un mago. Ahora bien, lo que Jesús hacía era muy simple y no se apartaba de las leyes naturales. Las curaciones mismas no tenían un carácter anormal ni demasiado extraordinario. Para ellos los milagros espirituales no representaban un hecho especial.

EL GENESIS – Allan Kardec.

La ĉiela pano

50. – La sekvantan tagon, kiam la homamaso, kiu restis trans la maro, vidis, ke nenia ŝipeto estas tie krom unu, kaj ke Jesuo ne eniris kun la disĉiploj en la ŝipon, sed la disĉiploj solaj veturis – (venis tamen ŝipetoj el Tiberias proksime al la loko, kie oni manĝis la panon, post kiam la Sinjoro donis dankon) – kiam do la homamaso vidis, ke Jesuo ne estas tie, nek liaj disĉiploj, ili ankaŭ eniris la ŝipetojn kaj veturis al Kapernaum, serĉante Jesuon. – Kaj trovinte lin trans la maro, ili diris al li: Rabeno, kiam vi venis ĉi tien?

Jesuo respondis al ili kaj diris: Vere, vere, mi diras al vi: Vi min serĉas, ne ĉar vi vidis signojn, sed ĉar vi manĝis el la panoj kaj satiĝis. Laboru ne por la pereema nutraĵo, sed por la nutraĵo, kiu restas gis eterna vivo, kiun la Filo de homo donos al vi; ĉar lin Dio, la Patro, sigelis.

Ili do diris al li: Kiel ni agu, por ke ni faru la farojn de Dio? – Jesuo respondis kaj diris al ili: Jen la faro de Dio: kredi al tiu, kiun Li sendis.

Ili do diris al li: Kian signon vi montras, por ke ni vidu kaj kredu al vi? kion vi faras? – Niaj patroj manĝis la manaon en la dezerto, kiel estas skribite: Li donis al ili ĉielan panon por manĝi.

Jesuo do diris al ili: Vere, vere, mi diras al vi: Ne Moseo donis al vi tiun ĉielan panon; sed mia Patro donas al vi la veran ĉielan panon. – ĉar la pano de Dio estas tiu, kiu malsupreniras de la ĉielo kaj donas vivon al la mondo.

Ili do diris al li: Sinjoro, ĉiam donu al ni tiun panon.

Jesuo diris al ili: Mi estas la pano de vivo; kiu venas al mi, tiu neniam malsatos, kaj kiu kredas al mi, tiu neniam soifos. – Sed mi diris al vi, ke vi min vidis, kaj tamen vi ne kredas.

Vere, vere, mi diras al vi: Kiu kredas, tiu havas vivon eternan. – Mi estas la pano de vivo. – Viaj patroj manĝis la manaon en la dezerto, kaj mortis. – Jen la pano, kiu malsupreniris de la ĉielo, por ke oni manĝu el ĝi kaj ne mortu. (Sankta Johano, ĉap. VI, par. 22 ĝis 36 kaj 47 ĝis 50.)

51. – En la unua loko, Jesuo, memorigante la antaŭe okazintan efikon, klare komprenigas, ke tute ne temis pri materiala pano, ĉar alie al lia komparo kun la fermentaĵo de la Fariseoj mankus objekto: “Ĉu vi ankoraŭ ne konscias, li diras, nek memoras, ke kvin panoj sufiĉis por kvar mil homoj, kaj ke sep panoj sufiĉis por kvar mil homoj? Kial vi ne komprenas, ke ne pri panoj mi diris al vi: Gardu vin kontraŭ la fermentaĵo de la Fariseoj?” Tiu komparo havus nenian pravon de ekzisto en la okazo de ia materiala multobligo. La fakto estintus sufiĉe eksterordinara por forte impresi la imagon de liaj disĉiploj, kiuj tamen ŝajne ne plu ĝin memoris.

Tio ne malpli klare elfluas el la parolado de Jesuo pri la ĉiela pano, per kiu li penas komprenigi la veran sencon de la spirita nutraĵo. “Laboru, li diras, ne por la pereema nutraĵo, sed por la nutraĵo, kiu restas ĝis eterna vivo, kiun la Filo de homo donos al vi”. Tiu nutraĵo estas lia parolo, pano, kiu malsupreniris de la ĉielo kaj donas vivon al la mondo. “Mi estas, li diras, la pano de vivo; kiu venas al mi, tiu neniam malsatos, kaj kiu kredas al mi, tiu neniam soifos”.

Sed tiaj distingoj estis tro subtilaj por tiuj krudnaturaj homoj, kiuj nur komprenis palpeblajn aferojn. Por ili, la manao, kiu nutris la korpojn de iliaj prauloj, estis la vera ĉiela pano; ja tie troviĝis la miraklo. Se do la multobligo de panoj materiale okazis, kiel tiuj homoj, por kies bono ĝi fariĝis antaŭ kelke da tagoj, tre malforte impresiĝis de ĝi en tia grado, ke ili demandis Jesuon: “Kian signon vi montras, por ke ni vidu kaj kredu al vi? kion vi faras?” Ili komprenis, kiel miraklojn, la miregindaĵojn petatajn de la Fariseoj, tio estas, signoj, kiuj laŭordone aperus en la ĉielo, same kiel per magiista vergeto. Kion Jesuo faris, tio estis tre simpla kaj ne troviĝis ekster la leĝoj de la Naturo; eĉ la resanigoj ne havis tre strangan, nek tre eksterordinaran karakteron. Ne tre impresaj montriĝis al ili la spiritaj mirakloj.

La Genezo – Allan Kardec.

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