sábado, 24 de junho de 2023

Destruição necessária e destruição abusiva / DESTRUCCIÓN NECESARIA Y DESTRUCCIÓN ABUSIVA.

Destruição necessária e destruição abusiva.

728. É lei da natureza a destruição?

“Preciso é que tudo se destrua para renascer e se regenerar; porque, o que chamais destruição não passa de uma transformação, que tem por fim a renovação e melhoria dos seres vivos.”

a) — O instinto de destruição teria, desse modo, sido dado aos seres vivos por desígnios providencias?

“As criaturas são instrumentos de que Deus se serve para chegar aos fins que objetiva. Para se alimentarem, os seres vivos reciprocamente se destroem, destruição esta que obedece a um duplo fim: manutenção do equilíbrio na reprodução, que poderia tornar-se excessiva, e utilização dos despojos do envoltório exterior que sofre a destruição. Sempre, porém, é apenas esse envoltório que é destruído; e ele é simples acessório, não a parte essencial do ser vivo. A parte essencial é o princípio inteligente, que não se pode destruir e se elabora nas metamorfoses diversas por que passa.”

729. Se a regeneração dos seres faz necessária a destruição, por que os cerca a natureza de meios de preservação e conservação?

“A fim de que a destruição não se dê antes do tempo. Toda destruição antecipada obsta ao desenvolvimento do princípio inteligente. Por isso foi que Deus fez que cada ser experimentasse a necessidade de viver e de se reproduzir.”

730. Uma vez que a morte nos faz passar a uma vida melhor, nos livra dos males desta, sendo, pois, mais de desejar do que de temer, por que lhe tem o homem, instintivamente, tal horror, que ela lhe é motivo de apreensão?

“Já dissemos que o homem deve procurar prolongar a vida para cumprir a sua tarefa. Tal o motivo por que Deus lhe deu o instinto de conservação, instinto que o sustenta nas provas. A não ser assim, ele muito frequentemente se entregaria ao desânimo. A voz íntima que o induz a repelir a morte lhe diz que ainda pode realizar alguma coisa pelo seu progresso. A ameaça de um perigo constitui aviso para que se aproveite da dilação que Deus lhe concede. Mas, ingrato, o homem rende graças mais vezes à sua estrela do que ao seu Criador.”

731. Por que, ao lado dos meios de conservação, colocou a natureza os agentes de destruição?

“É o remédio ao lado do mal. Já dissemos: para manter o equilíbrio e servir de contrapeso.”

732. Será idêntica, em todos os mundos, a necessidade de destruição?

“Guarda proporções com o estado mais ou menos material dos mundos. Cessa, quando o físico e o moral se acham mais depurados. Muito diversas são as condições de existência nos mundos mais adiantados do que o vosso.”

733. Entre os homens da Terra existirá sempre a necessidade da destruição?

“Essa necessidade se enfraquece no homem, à medida que o Espírito sobrepuja a matéria. Assim é que, como podeis observar, o horror à destruição cresce com o desenvolvimento intelectual e moral.”

734. Em seu estado atual, tem o homem direito ilimitado de destruição sobre os animais?

“Tal direito se acha regulado pela necessidade, que ele tem, de prover ao seu sustento e à sua segurança. O abuso jamais constituiu direito.”

735. Que se deve pensar da destruição, quando ultrapassa os limites que as necessidades e a segurança traçam? Da caça, por exemplo, quando não objetiva senão o prazer de destruir sem utilidade?

“Predominância da bestialidade sobre a natureza espiritual. Toda destruição que excede os limites da necessidade é uma violação da lei de Deus. Os animais só destroem para satisfação de suas necessidades; enquanto que o homem, dotado de livre arbítrio, destrói sem necessidade. Terá que prestar contas do abuso da liberdade que lhe foi concedida, pois isso significa que cede aos maus instintos.”

736. Especial merecimento terão os povos que levam ao excesso o escrúpulo, quanto à destruição dos animais?

“Esse excesso, no tocante a um sentimento louvável em si mesmo, se torna abusivo e o seu merecimento fica neutralizado por abusos de muitas outras espécies. Entre tais povos, há mais temor supersticioso do que verdadeira bondade.”

La Libro de la Spiritoj – Allan Kardec.

DESTRUCCIÓN NECESARIA Y DESTRUCCIÓN ABUSIVA

728. ¿La destrucción es una ley natural?

«Es preciso que todo sea destruido para que renazca y sea regenerado, porque lo que vosotros llamáis destrucción no es más que una transformación, cuyo objeto es la renovación y mejoramiento de los seres vivientes».

-¿El instinto de destrucción ha sido, pues, dado a los seres vivientes con miras providenciales?

«Las criaturas de Dios son instrumentos de que se sirve para llegar a sus fines. Para alimentarse, los seres vivientes se destruyen entre sí, con el doble objeto de mantener el equilibrio en la reproducción, que pudiera llegar a ser excesiva, y de utilizar los restos de la envoltura exterior. Pero siempre es destruida únicamente la envoltura, envoltura que sólo es lo accesorio y no la parte esencial del ser pensante, pues este es el principio inteligente indestructible, y que se elabora en las diferentes metamorfosis que experimenta».

729. Si la destrucción es necesaria para la regeneración de los seres, ¿por qué la naturaleza los rodea de medios de preservación y de conservación?

«Para que la destrucción no tenga lugar antes del tiempo necesario. Toda destrucción anticipada estorba el desarrollo del principio inteligente, y por esto Dios ha dado a cada ser la necesidad de vivir y reproducirse».

730. Puesto que la muerte ha de conducirnos a mejor vida, nos libra de los males de ésta, y puesto que en consecuencia es más de desear que de temer, ¿por qué el hombre le tiene un horror instintivo qu se la hace temer?

«Ya lo hemos dicho, el hombre debe tratar de prolongar su vida para cumplir su tarea, y por esto le ha dado Dios el instinto de conservación, instinto que le sostiene en las pruebas, y sin el cual se abandonaría a menudo al decaimiento. La voz secreta que le hace rechazar la muerte le dice, que algo puede hacer aún por su adelantamiento. Cuando le amenaza algún peligro, se le advierte con él que aproveche el tiempo que Dios le concede; pero el ingrato lo agradece con frecuencia más a su estrella que a su Creador».

731. ¿Por qué junto a los medios de conservación, la naturaleza ha colocado al mismo tiempo los agentes destructores?

«Junto al mal, el remedio. Ya lo hemos dicho, para mantener el equilibrio y para que sirva de contrapeso».

732. ¿La necesidad de destrucción es la misma en todos los mundos?

«Es proporcional al estado más o menos material de los mundos, y cesa en un estado físico y moral más depurado. En los mundos más adelantados que el vuestro, son totalmente diferentes las condiciones de existencia».

733. ¿La necesidad de destrucción existirá siempre entre los hombres de la tierra?

«La necesidad de destrucción se debilita en el hombre a medida que el espíritu se sobrepone a la materia, y por esto veis que el horror a la destrucción sigue el desarrollo intelectual y moral».

734. En su actual estado, ¿tiene el hombre derecho ilimitado de destrucción sobre los animales?

«Este derecho está reglamentado por la necesidad de atender a su alimentación y seguridad. El abuso nunca ha sido un derecho».

735. ¿Qué ha de pensarse de la destrucción que traspasa los limites de las necesidades y de la seguridad, de la caza, por ejemplo, cuando no tiene otro objeto que el placer de destruir sin utilidad?

«Predominio de la bestialidad sobre la naturaleza espiritual. Toda destrucción que traspasa los límites de la necesidad es una violación de la ley de Dios. Los animales no destruyen más que para satisfacer sus necesidades; pero el hombre, que tiene libre albedrío, destruye sin necesidad y dará cuenta del abuso de la libertad que se le ha dado, porque cede entonces a los malos instintos».

736. Los pueblos que llevan al extremo el escrúpulo relativo a la destrucción de los animales, ¿tienen un mérito particular?

«Es un exceso de un sentimiento laudable en sí mismo, pero que llega a ser abusivo, y cuyo mérito queda neutralizado por abusos de otras muchas clases. Mas es en ellos el miedo supersticioso que la verdadera bondad».

EL LIBRO DE LOS ESPÍRITUS – Allan Kardec.

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